Visitando a Santa Claus
Alguna vez lo pensé pero nunca imaginé que finalmente visitaría a Santa Claus en su casa en Laponia finlandesa. Me habían hablado mucho de esta experiencia y, por supuesto, me la habían recomendado muchísimo. En varias ocasiones pospuse la visita porque realmente quería ir en período navideño o al menos pre navideño y quería que el paisaje nevado fuera parte del cuadro.
Finalmente fue este año el escogido, tras casi dos años sin salir de España por la pandemia mundial, decidí que sería un buen momento para esta visita que llevaba tiempo posponiendo. Una semana antes un temporal había bajado estrepitosamente las temperaturas en Rovaniemi pero puedo considerarme afortunada porque durante mi visita el termómetro no bajó más de cinco grados bajo cero e incluso se mantuvo en el famoso «cero grados». El paisaje con un claro manto de nieve en su mayoría virgen junto con los bosques de pinos cubiertos de blanco me hacían pensar que estaba protagonizando mi propia postal navideña. Rovaniemi es un lugar encantador en invierno precisamente porque considero que su encanto es la estampa nevada que ofrece. No te preocupes por la temperatura porque todo está muy preparado en los interiores para que no pases frío.
Sin embargo, esta publicación no la voy a dedicar a hablarte sobre la ciudad, su frío o sus opciones, sino de mi visita a la casa de Santa Claus. Me habían comentado que la fila para llegar hasta él eran bastante interminables y más en estas fechas que todos los niños querían contarles lo buenos que habían sido y que esperaban algún detalle el día de Navidad. Llegamos a «Santa Claus Village» sobre las 15.30 y quizás fue por la hora pero nos tocó una espera muy corta. Por el interior de la casa puedes ver distintos detalles que reconocerás muy fácilmente porque parecen sacados de un escaparate navideño. Justo antes de entrar un agradable Elfo te pregunta tu procedencia. Fue muy simpático porque resultó que conocía España. Después te invitan a dejar tus cosas que previamente habías podido empaquetar en una bolsa que amablemente te ceden para la ocasión y pasas a conocer a Santa Claus.
Sentado en su salón, con su larga barba blanca, casi no se le ven sus mejillas sonrosadas. Mi amiga y yo pedimos poder hacernos una foto juntas y luego de manera individual, así que entramos las dos en la estancia. Mi primera impresión fue totalmente de impacto ¿estoy viviendo una película navideña? Dada la situación de pandemia mundial, nos separaba una mampara transparente pero eso no impidió sentir la cálida bienvenida que Santa Claus nos dio en un perfecto español. Aún sin salir de mi asombro cuando me tocó el turno de mi foto individual me preguntó mi nombre nuevamente en español, claro, se me había olvidado que Santa Claus habla ¡cualquier idioma del mundo! Por mi cabeza me pasaban muchas cosas, pero realmente estaba tan sorprendida de la situación que fui incapaz de articular palabra. Cuántas ilusiones habrá llevado por el mundo este hombre y qué apacible se le ve. Cuántos niños se llevarán a casa este entrañable recuerdo… Y sí, porque aunque yo ya no tenga edad para ser niño, siempre conservamos en nuestro interior nuestro pequeño niño que aún siente emoción e ilusión por estas cosas.
Santa Claus se despidió de nosotras con un ¡hasta Navidad! y salimos muy sonrientes de su salón. Me causó mucha gracias que mi amiga nada más salir comentó: ¿era de verdad? Es tan impresionante cómo se le ve tal cual en las postales y en las decoraciones navideñas, que solo podemos explicar que no haya cambiado gracias a la magia de Santa Claus. Le pedimos que enviara algunas palabras a nuestros amigos y familiares más pequeños y esperemos que pronto lo reciban.
Por cierto, su casa está muy cerca de la línea del círculo Polar Ártico.
Queda pendiente de mis publicaciones porque próximamente estaré publicando sobre mi visita a Laponia finlandesa así como claves para su organización.