Tailandia: Paseando con elefantes

En mi viaje a Tailandia quería disfrutar de una de las experiencias más típicas de este país: interactuar con elefantes. Fue difícil encontrar dónde y cuándo incorporarlo en el viaje. Decidí que lo haríamos en Chiang Mai (más información en Día 1 Chiang Mai) ya que la agencia con la que lo hicimos tenía aquí su sede. Te relato mi experiencia:

spchicken
SP Chicken

Estábamos a las 13 horas en la puerta de nuestro hotel porque el margen para recogernos establecido era de 13-13.30 horas. Habíamos comprado en SP Chicken un delicioso pollo con bebida. Decidimos comerlo sentadas en la acera mientras llegaba nuestro transporte porque la recepción de nuestro hotel (Central Guesthouse) era a su vez un restaurante.

Esta entrada pertenece a una serie sobre mi visita a Tailandia, si aún no lo has leído te recomiendo que pases por Antes de viajar a Tailandia.

Teníamos nuestra mochila preparada: crema de sol, repelente de mosquitos, ropa y bañador de cambio, zapatos que puedan mojarse, toalla y agua. El trayecto desde que te recogen hasta que se llega al primer lugar es de aproximadamente una hora. Parte del camino transcurre entre vegetación. Nuestro guía nos dio indicaciones en inglés y nos puso un vídeo explicativo. El grupo estaba compuesto por una pareja del norte de Europa y un señor que viajaba solo.

Llegamos a una zona que se conoce como Mae Win, al suroeste de Chiang Mai. Lo sé gracias al GPS de mi móvil. Nuestra experiencia sería en un pueblo local con el que la asociación colabora, no en una reserva natural. El coche aparcó en una explanada de vegetación. Nos dieron una botella de agua a cada uno. Nos dijeron que teníamos a nuestro disposición unos servicios por si nos queríamos cambiar. Como nos dijeron que nos mojaríamos por el camino, decidí ponerme directamente el bañador y los zapatos aptos para mojarse, así que tuve que hacer uso de los servicios. Éstos estaban en un rectángulo de obra con distintos inodoros (individuales) incrustados en la misma obra (sin cisterna). Cómodos no sería el adjetivo que los describiría pero hacían su función, nos pudimos cambiar y hacer nuestras necesidades (bendito papel higiénico en mi mochila, ya te lo recomendé en Antes de viajar a Tailandia).

Al salir, cinco elefantes nos estaban esperando. Había un cesto grande lleno de plátanos. Nuestra misión era darle a estos elefantes la fruta. Al principio daba un poco de pánico porque tenían una gran habilidad para quitarnos los plátanos (varios a la vez) con la trompa, luego era muy satisfactorio. Nos enteramos que eran dos familias, una elefante y su hijo, y una abuela, su hija y su nieta. Los elefantes pequeños eran adorables, sobre todo porque los grandes se adelantaban haciéndome sentir la necesidad de protegerlos para que lograran comer.

Después se fueron a dar un baño al río. Nos facilitaron unos cubos para que los ayudáramos a mojarlos. El río estaba muy bajo, poco profundo, de modo que a penas nos cubría los tobillos o un poco más arriba. Fue muy divertido. Ese rato pasó volando. Después los elefantes comenzaron a caminar río arriba y nos tocó seguirlos por la orilla llena de hierba. Vimos como ellos se echaban tierra en el lomo. Yo me quedé pensando ¿y para eso los lavamos? Entonces pregunté. Me dijeron que la tierra era como su protector solar, así no sentían tanto el sol.

Los elefantes se detuvieron para tomar unos frutos de un árbol. Varios de ellos tiraban con la trompa y caían al suelo, donde los elefantes más pequeños se entretenían en ir comiendo. Ahí pasaron un buen rato. Cuando se hubieron saciado volvieron a la carga camino arriba, parándose para beber o adentrándose en la maleza para hacer sus necesidades. El guía nos mostró una «mierda» para hacernos ver que no huelen mal. Yo aproveché para preguntarle un poco más sobre la vida de los cuidadores (Mahout) de elefantes. Su tarea se hereda de padres a hijos pero sólo al primogénito. Si éste decide no continuarla entonces se pierde la tradición. Según nos decían los elefantes están libres o supongo que todo lo libres que pueden ser. Ellos los cuidan y los alimentan.

Continuamos monte arriba entre la maleza, cruzamos riachuelos… El terreno era cada vez más complicado hasta el punto que aunque seguíamos al guía, perdimos de vista a nuestros elefantes. El paisaje es hermoso, muy verde, con la tarde cayendo, formando colores espectaculares. El guía de pronto apretó el paso ¿será que nos habíamos despistado todos observando el paisaje? Caminamos campo a través para llegar a otro pequeño espacio llano preparado para que diéramos de nuevo de comer a los elefantes. En este caso, y con riesgo a equivocarme, creo que eran ramas de maíz. Nuevamente la batalla entre los elefantes grandes y los pequeños era muy reñida. Algunos recogían la rama y la guardaban atrás como queriendo hacer un montón para comerlos después de modo que no perdieran oportunidad mientras comen. Muy listos estos elefantes.

Cuando ya acabamos de repartir, cruzamos una estrecha carretera y ya estábamos en nuestro centro de Twilight. Había una pequeñita tienda (aprovechamos para comprar algunos detalles, no eran caros pero tampoco fueron los más baratos que compramos en el viaje). Nuestra cena también estaba preparada. Se supone que era tipo buffet vegetariano pero había pinchitos de pollo. También había arroz, noodles, fruta. Comimos casi en silencio, supongo que cansados de la jornada.

Llegaron tres chicas tailandesas, estudiantes locales, para enseñarnos bailes típicos. Tras una excelente exhibición pidieron que subiéramos con ellas al pequeño escenario para enseñarnos. Ninguno del grupo quiso subir, así que mi amiga y yo nos ofrecimos. Hay que tener una buena coordinación de movimientos de manos y pies. Nos reímos un montón. El guía se ofreció a grabarnos, así que tenemos inmortalizado nuestros primeros «pinitos» en la cultura tailandesa.

Tras un descanso nos montamos en nuestra furgoneta (que había aparecido de la nada) para encaminarnos de regreso a nuestros alojamientos. Al señor solitario lo dejamos en el aeropuerto. Nosotras fuimos las siguientes en bajar.

La experiencia fue muy satisfactoria. Cuando busqué opciones para acercarnos a los elefantes encontré mucha información. No quería montar en elefante, esa era la condición más importante. Tailandia es muy conocido por la interacción con estos animales, supongo que al nivel de los koalas en Australia o los pandas en China. Por desgracia, en la historia de Tailandia el adiestramiento de los elefantes no fue siempre tan cordial. Un Mahout llegaba a utilizar el maltrato para que sus elefantes le hicieran caso. Esto, afortunadamente, está cambiando cada vez más.

Elephant Nature Park rescata elefantes de estas situaciones y los cuida, también inculca en los Mahout otra forma de trabajar basada en la relación estrecha entre el elefante y el cuidador, de modo que el primero reacciona ante el segundo por la relación que les une. La guía que consulté, así como justamente mis principales fuentes de información para el viaje (te las conté en Antes de viajar a Tailandia) recomendaban a esta asociación para conocer a los elefantes. Al menos creo que es una forma más natural de interactuar con ellos. Creo que fue una elección acertada porque nos permitió acercarnos a los elefantes sin que ellos sufrieran por este hecho.

La mayoría suele hacer una excursión que se hace por la mañana donde visitas la propia reserva de Elephant Nature Park. Yo elegí Elephant Twilight Program por dos razones: una por el horario (era de 13.30 a 19.30 mientras que el resto de opciones suelen ser casi todas de 8.30 a 14.30) y la otra porque nos permitía realmente ver los elefantes en un entorno natural con gente local y no en una reserva preparada para ello. Nos permitía una interacción mucho más personal e íntima.

Con estos vídeos me terminé de convencer de que Elephant Nature Park era donde debíamos reservar la excursión:

Los Merlo:

Alan x el mundo:

Con este, nos invita a la reflexión:

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