Nefasta experiencia en avión de Delta
Una de las cosas de viajar es que por el camino suceden muchas anécdotas. Algunos de mis amigos dicen que soy un imán para que experiencias curiosas me persigan. En este caso no fue algo especialmente bonito lo que nos pasó, pero sí cuanto menos curioso. Lecciones que deja la vida, de la que aprendes… Como por ejemplo, no tener a Delta entre mi top de aerolíneas. La historia comienza así en Estados Unidos:
El 4 de diciembre de 2016 teníamos previsto volar con la compañía Delta con salida 7:15 a. m. desde Orlando a Miami. En principio todo correcto. Nos subieron en el avión, nos saludaron en español (Oh mira, qué simpáticas las azafatas). Nos dijeron también en español que el vuelo no iba lleno y que podíamos cambiar de asiento si lo considerábamos. Así hicimos mi amiga y yo, ella se colocó en la fila de asientos de detrás mía. Nuestra intención era poder dormir tumbadas cada una en nuestra fila una vez estuviéramos en el aire. Yo estaba preparada para el despegue en el asiento del lado del pasillo.
Como habíamos madrugado mucho y llevaba cansancio acumulado por los ajetreados días de parques temáticos en Orlando, me dormí en seguida. No sé cuánto tiempo pasó pero me desperté porque mi amiga me tocó en el hombro. ¿Te has dado cuenta que no hemos salido? Efectivamente el avión no había salido. Abrí los ojos, asomé la cabeza al pasillo y vi que en la cabina del piloto había varias personas con chalecos amarillos. Esto me recordó a otra incidencia que tuvimos en el aeropuerto de Melbourne (Australia), pero eso es otra historia que ya contaré.
Después de más de una hora de retraso, indican por megafonía en inglés que el avión tiene una avería que están tratando de solucionar y que es la que permite volar. Más de veinte minutos después vuelven a dar otro anuncio… y ante la insistencia de la mayor parte del pasaje de habla hispana, realizan la traducción. Se observaba que las luces del avión se encendían y apagaban, como si se tratase de un apagón, como si se viniera abajo la energía.
«Si el avión no está preparado para volar ¿Por qué nos han subido al avión?»
Nos surgen las primeras dudas, si el avión no está preparado para volar ¿Por qué nos han subido al avión? Si el avión tiene un problema, ¿por qué no nos cambian el avión? Si las azafatas hablan español y más de la mitad del pasaje es de habla hispana, ¿por qué no realizan los anuncios en este idioma además del inglés ante una circunstancia tan importante?
Y ahí estábamos, esperando noticias en un avión donde las luces iban y venían, y donde en la cabina se veía gente debatiendo. Indicar que hacía poco había salido en las noticias la caída del avión en Colombia del equipo de fútbol, por lo que los nervios estaban a flor de piel.
Después de cerca de dos horas de espera a la salida del vuelo nos dicen que creen que han solucionado el problema y que vamos a salir. Realizan la separación del avión del finger, avanzando marcha atrás. Parece que nos encaminamos a la pista… pero en cuanto está preparado, el avión se queda a oscuras, como un apagón. Así que nos quedamos todos con cara de pócker.
El piloto nos indica por megafonía en inglés que hay malas noticias, que no se ha solucionado el problema, que volveremos al finger y que en la terminal del aeropuerto nos darán más información sobre lo que podemos hacer. Así que pensando que es lo mejor que ha podido hacer el piloto, ante la inseguridad de no tener correctamente el avión, y tras la psicosis de la caída hacía una semana de un avión en Colombia… nos dirigimos al mostrador de la puerta de embarque.
Ahí, la señora de la puerta de embarque nos dice que debemos de ir a otro mostrador de atención al cliente y que nos atenderán en español, ante la insistencia de un grupo de argentinas (dos madres con sus dos hijas). Ya nos habíamos unido más de diez pasajeros de habla hispana.
Nos surge otra duda, después de dos horas de retraso de la salida del vuelo, ¿el personal que está en la puerta de embarque no conoce las soluciones que nos pueden dar? Qué poca empatía con el pasaje…
El mostrador de atención al cliente estaba cerca de otra puerta de embarque, pasillo adelante… Ahí nadie nos quiere atender. Nos derivaron a llamar por teléfono en unos habilitados para tal efecto (había una serie de pequeñas cabinas en hilera). Increíble que ante un problema que genera la propia compañía no haya nadie en persona que responda a las dudas del pasaje, que la única manera de saber qué va a pasar con el viaje contratado para los clientes de esta aerolínea que tiene una incidencia es… llamar por teléfono… Increíble.
«Hasta que el vuelo no se cancele no nos pueden ofrecer otras alternativas.»
Después de un rato esperando para que nos atendiera un operador, por fin conseguí contacto (las pocas de habla hispana que primero atendieron). La única solución que nos dan (son las 9 a. m.) es que esperemos a las 10 a. m. que está previsto que salga el mismo avión desde la misma puerta de embarque. Le digo que puesto que el avión lleva intentando salir desde las 7am y que no lo ha conseguido que quien nos garantiza que esto sea así, además de que no nos causa ninguna confianza. Me dice que el aeropuerto de Orlando no es sede de Delta y que por eso no pueden poner otro avión y hasta que el vuelo no se cancele tampoco nos pueden ofrecer otras alternativas como enviarnos en otro vuelo, o por otro medio de transporte.
¿Y esto es culpa nuestra? ¿Después de dos horas intentando hacer volar un avión no les parece tiempo suficiente para ofrecer soluciones a sus clientes? ¿Aún no se ha cancelado el vuelo después de tanto retraso e incidencia? Y para rematar, el operador me dice que él no está en el aeropuerto y que desconoce las circunstancias que rodean el retraso del vuelo por lo que él solo me puede facilitar la información que aparece en el ordenador. Increíble, nuevamente increíble, que la persona que se supone que me tiene que facilitar la información ante un hecho insólito sea alguien que no se encuentra en Orlando, ni en el aeropuerto, ni conoce la psicosis que están generando entre sus clientes. Le comuniqué al resto de personas que aún esperaban que los atendieran lo que me habían dicho.
Otros pasajeros ante la posibilidad de perder enlaces con otros vuelos se vieron obligados a comprar otro billete de avión con otras compañías…
El grupo de hispano-parlantes decidimos volver a la puerta de embarque para ver si nos daban noticias del avión. La señora que estaba en este mostrador se portó muy grosera, llegando a decir que la culpa era nuestra por habernos bajado del avión, y que en la letra pequeña de la compra del billete se decía que nosotros podíamos no coger el vuelo siempre bajo nuestra responsabilidad. Lo que es de risa, porque no es que no quisiéramos coger el avión por decisión aleatoria, es que no nos estaba dando ninguna confianza volar en ese avión, lo cual tiene una apreciación totalmente distinta.
Finalmente embarcamos de nuevo en el mismo avión, con el miedo en el cuerpo (de hecho mi amiga no era muy partidaria de viajar, aunque tampoco teníamos muchas opciones para llegar a Miami). Una pasajera pidió de favor, que cuando se dieran avisos se hiciera la traducción al español. Nos colocamos en nuestros asientos, en esta ocasión nosotras nos ubicamos donde decía exactamente nuestro billete. En parte pensando en lo peor que si nos tenía que pasar algo, fuera en nuestros mismos asientos. ¿Alguna vez vieron la película «Destino Final»?
«Llevamos un retraso de más de tres horas ¿y nadie ha sido capaz de limpiar los baños?»
Mientras se preparaban para salir, ya con un avión bastante más vacío que inicialmente, decidí ir al baño. Estaba muy sucio. ¿En serio? pensé… llevamos un retraso de más de tres horas ¿y nadie ha sido capaz de limpiar los baños? Eso fue la gota que colmó mi vaso… Al salir, le expresé a una de las azafatas, en el pasillo de regreso a mi sitio, que en todos los aviones en los que había viajado, en todas las compañías en las que había comprado un billete de avión, jamás me había pasado una situación parecida donde generaran tal incertidumbre y psicosis en el pasaje hasta el punto de tener miedo a volar. Le dije que el servicio ofrecido tanto dentro del avión como en la terminal del aeropuerto había sido nefasto.
Después de haberme «despachado» a gusto regresé a mi asiento, satisfecha por haber podido soltar todo el estrés acumulado. Puse tan «de vuelta y media» a la pobre azafata que el sobrecargo vino a hablar conmigo para disculparse por las molestias ocasionadas. Se puso en el asiento delante nuestra mirando para nosotras y expresó su empatía por nuestra situación. Nos contó que el problema que había sufrido el avión no podía detectarse hasta que no se «desenchufara» de la terminal. Según decía cuando los aviones duermen en el aeropuerto, se quedan «enchufados» recibiendo corriente eléctrica, por eso mientras estuviera conectado estaba bien pero al desenchufarse se le caía la corriente y no tenía autonomía. Puesto que éramos el primer vuelo del día, aún no lo habían probado.
«El avión no era capaz de mantenerse encendido, provocando un apagón general.«
En nuestro caso, al desenchufarlo el avión no era capaz de mantenerse encendido, provocando un apagón general. Nos alentó a poner una reclamación. Sin embargo, en Estados Unidos las leyes no protegen tanto al pasaje como en Europa, teniendo que llegar a la reclamación judicial, que para nosotras, extranjeras en este país, no nos merecía la pena. Al final, salimos, mi amiga y yo nos miramos con un «que sea lo que Dios quiera». El vuelo salió bien y llegamos a destino, eso sí con más de tres horas de retraso unida a la sensación de haber salvado la vida.
En el aeropuerto de Miami, el personal de Delta nos estaba esperando en la zona de recogida de equipaje, pidiendo disculpas y casi haciendo reverencias ante nuestro paso. Supongo que su misión era que la gente desistiera de poner reclamaciones.
El trato recibido por los empleados de Delta en la terminal de Orlando, ante una situación de estrés, fue horrible. En consecuencia, si lo podemos evitar, no volveremos a volar con esta compañía. Lección aprendida.
** Nota: en esta entrada las imágenes utilizadas no son mías, sino de la red (sigue su enlace para descubrir de dónde son) ya que durante el período de estrés que vivimos lo que menos nos apetecía era hacer fotos o vídeos… aunque hubiera sido digno de ver.
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